jueves, 9 de agosto de 2018

Con dos maletas de mar a mar.


Una maleta para unos días de vacaciones en tierras de mi abuelita.
La otra, para mi nuevo destino en este curso, en los confines de la tierra.
No dejo de ser nómada, ni quiero. Tengo la cabeza lena de planes e ideas que el trancurso de los días irá modelando o truncará. Pero me da buenas vibraciones, como diría mi querida Marilé.

En otras cosas me siento anciana, con cama y perspectiva. Muy distinta a cuando empecé este blog. Mi gato también cambió: ya no se pone en mi cabeza, sino en mi cadera y es mucho más sabio.